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viernes, 26 de junio de 2009

Al lateral, carajo

Días pasados, hará cosa de una semana, tuvimos la oportunidad de contar en el pueblo con una conferencia referida al deporte. Este tipo de eventos debe ser habitual por Córdoba, Buenos Aires, Santa Fe o Mendoza, pero por nuestros pagos es difícil que alguien se digne a hablar y más difícil aún que alguien se digne a escuchar. El orgullo local tuvo a su cargo dicho evento, que resulto en el éxito que se puede presumir al tratarse de una personalidad tan convocante y con tantos seguidores por estas tierras donde el deporte es algo más que un espectáculo o un divertimento.

Luego de la conferencia dictada por Efraín Sotelo, dictada con la maestría a que nos tiene acostumbrados, tuve una larga noche de insomnio. El tema tratado por nuestro periodista deportivo fue la influencia de los deportistas extranjeros en nuestro deporte. Si bien el enorme conocimiento de Sotelo no deja lugar a dudas, a mí en particular me ayudó a recordar algunas imágenes que pensaba perdidas.



“Los de afuera son de palo” fue el poético nombre con que Sotelo bautizó a su conferencia, en clara alusión a los extranjeros que habían transitado durante su vida deportiva por nuestros pagos, dejando huellas más o menos marcadas, como las huellas de Isaías Sucre, mediocre maratonista que dejó sus huellas digitales en la comisaría por intento de robo de gallinas en la casa de los Santibáñez. Como un gran maestro oral, Sotelo ejemplificó su charla de una manera simple y didáctica, recordándonos la historia deportiva de Marcos Aldao, futbolista. Así comentaba Efraín Sotelo, y nos hacía pensar:

“La nacionalidad puede establecer actitudes no sólo en el nativo de determinado país, sino en la acción y reacción de quienes lo reconocen como extranjero. Marcos Aldao no era extranjero, tenía nuestra tierra entre los dedos de los pies, encarnada bajo sus uñas. Su acento al hablar, indudablemente, denotaba que algún pariente había nacido fronteras afuera, y era cierto. El padre de Marcos era brasilero, pero también era casi uruguayo. La frontera de ambos países fue su cuna y su patio.”

Aldao había jugado durante unos pocos años en el Salsipuedes, equipo célebre por sus patadas (ninguna por debajo de la rodilla) y los actos de vandalismo constantes que ocurren en su cancha. Su actuación deportiva no tuvo gran repercusión pero las personas como Efraín Sotelo pueden ver más allá de lo que vemos nosotros, y así nos continuó diciendo acerca del brasilero:

“A Marcos Aldao lo bautizaron como el brasilero apenas abrió lo boca para saludar en el colegio. Lo llamativo fue que no sabía nada respecto del Brasil y menos aún podía hablar el portugués. Pero los sobrenombres, una vez dictados, no desaparecen jamás y este fue un caso más que lo certifica. Pronto se armaron equipos de cada grado para jugar unos campeonatitos escolares que suelen ganar los grandulones de los grados superiores. En el colegio Marcos no demostró gran talento como futbolista, sus genes futbolísticos brasileros parece que quedaron en la aduana.”

Nadie en su sano juicio se presenta para jugar en el Salsipuedes. El sólo hecho de encontrarse en las proximidades de su cancha es motivo de terror para más de un poblador. No se puede diferenciar entre un barra brava y el canchero, quizás porque en muchos casos se trata de la misma persona. La manera de reclutar jugadores para sus filas es sencillo: uno de sus veedores espera en la salida de la cárcel del pueblo, en cuanto sale un muchacho, que se saluda efusivamente con alguna chica y alguna mujer mayor (presumiblemente novia y madre, respectivamente) el veedor se le acerca y le promete un futuro de gloria deportiva, de renombre como futbolista y de futuro jugando en Buenos Aires, Córdoba o Rosario para equipos de gran convocatoria. Los recién excarcelados aceptan tan jugosa oferta, incluso aquellos que nunca han pateado una pelota.

Además del escaso nivel demostrado por sus simpatizantes y jugadores, el Salsipuedes nunca pudo destacarse en ningún torneo. La mejor posición que ha logrado fue sexto, en un torneo de ocho equipos.

“Cuando Aldao llegó al Salsipuedes, una tarde oscura que presagiaba su futuro dentro del equipo, no había ningún otro chico para probarse. Aparicio Aranguren, entrenador de renombre por estos lares, dirigía la reserva y fue quien le tomó la prueba.

-Sos de caucho, pibe. ¿Ya pensaste que vas a hacer de tu vida?
-No, señor.
-¿Cómo andan las notas en el colegio?
-Por eso vine, don Aparicio. Me va tan mal que el director me recomendó venir a probarme acá, a ver si podía jugar al fútbol.

El gesto en la cara de Aparicio Aranguren cambió de pronto, como cuando uno tiene una idea genial o una maldad genial. Además había que tener en cuenta el hecho de que el muchacho se había presentado sólo, sin ninguna promesa de futuro estelar y sin demasiadas pretensiones, apenas escapando de la escuela por consejo del propio director, quien nunca le habría enviado un chico al Salsipuedes salvo que pensara que debía dedicar su vida al deporte sin esperanza en un equipo mercenario o terminaría viviendo en las calles y ejerciendo las tareas del delincuente. Se podría pensar que Aldao era el prospecto básico del cual suele nutrirse habitualmente el equipo, pero más natural y sin antecedentes penales.

-Tenés acento brasilero, ¿sos brasilero?
-Yo no, mi papá.
-Listo. Quedaste en el equipo, el lunes vení a entrenar.”

En otra ocasión les comentaré respecto de Aparicio Aranguren, pero es indispensable que conozcan el gusto por el fútbol de Brasil que tenía don Aparicio. Siempre destacaba la supremacía de los brasileros respecto a cualquier jugador del mundo, incluyendo naturalmente a los argentinos. Esta admiración respecto al fútbol del múltiple campeón mundial no tenía una gran argumentación, de hecho no tenía ningún tipo de argumentación en los pensamientos del entrenador de juveniles. Sólo puedo decirles que tenía en el Brasil campeón del mundial de México 1970 al equipo ideal.

“A este punto quería llegar en mi relato, en mi ejemplo de la influencia de los extranjeros en nuestro deporte, puntualmente en este caso en el fútbol. Marcos Aldao había jugado siempre como número cinco, en el mediocampo, recuperando la pelota y entregando al diez, al conductor, al enganche. Pero Aparicio Aranguren tenía otras ideas respecto a él, y todo fundamentado en la nacionalidad:

-Aldao, andá a jugar de tres.
-Pero nunca jugué en esa posición.

Si bien Marcos Aldao tenía intenciones de jugar al fútbol profesionalmente, como todos los que hemos intentado hacerlo, también pretendía desempeñarse donde juzgaba mejor iba a rendir. Moverse desde el centro del campo hacia un costado, retrasándose en el terreno, no era algo a lo que pudiese adaptarse en el corto plazo y dudaba seriamente de poder hacerlo en el largo plazo. Los temores que lo hacían dudar pasaban principalmente por su nula velocidad para proyectarse al ataque, de evitar la tendencia a cerrarse y dejar su banda completamente libre y de usar el número tres, número que aborrecía desde niño.

-Sos brasilero, de lateral vas a andar fenómeno.
-Pero…
-Al lateral, carajo.

Marcos Aldao entrenó durante dos meses en esa posición y cada vez jugaba peor. Nunca se adaptó, quizás por el cambio de posición. Más probable es que al ser derecho le costara demasiado jugar sobre la izquierda, o pudiera estar en coincidencia con el bajo nivel general que presentaba como futbolista.”

Este detalle en la conferencia de Sotelo fue el que me tuvo desvelado, nunca me había detenido a pensar en que la nacionalidad pudiera ejercer tal influencia en el destino de un muchacho. La mañana me aclaró las ideas al entender que no sólo la nacionalidad puede actuar de tal forma, sino el color del cabello o de la piel. Me vino a la mente el recuerdo del negro Salmuera, tremendo goleador del equipo escolar que integré y con el que obtuvimos dos campeonatos. Muchos goles y mucha intimidación hacían de Salmuera el nueve ideal de cualquier equipo que pretendiera ganar el torneo.

Para cerrar el tema de Aldao a continuación les dejo el fragmento final de la conferencia “Los de afuera son de palo” dictada por el extraordinario Efraín Sotelo:

“Una tarde la casualidad quiso que Aldao debutara en el Salsipuedes. Había terminado el primer tiempo, con ventaja de cuatro a cero para el Atlético Achicoria, y el lateral izquierdo del equipo se había lesionado tras intentar detener una bicicleta del flaco Benjamín Iturralde, puntero endemoniado del Achicoria. Aparicio lo llamó a Marcos y le dijo, mientras lo palmeaba:

-Hoy debutás, nene. Nos estamos comiendo un peludo bárbaro, rompele las patas a Iturralde y estamos conformes, no te asustés.

El resultado final del partido es una anécdota, una de las que suele recordar el Atlético Achicoria como una de sus máximas goleadas, al encajar doce goles. Para Marcos Aldao el debut tuvo dos costados bien diferentes: por una parte probó el amargo sabor de la derrota y de la humillación en su primer partido; por otra parte al tres titular le dio tanta vergüenza que se retiró del fútbol, dejando su puesto vacante para que lo ocupara Aldao durante algunas temporadas. Fue el único extranjero que ha jugado para el Salsipuedes hasta el día de hoy.”

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