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jueves, 6 de agosto de 2009

Gol y punto

Cada jornada futbolera tiene el sabor inconfundible del gol. Cada gol, desde hace varios años, tiene su correspondiente festejo, sea un simple salto con el puño apretado o la coreografía ensayada durante los entrenamientos. Miguel Santos Echenique fue un delantero de renombre por la zona, tanto por sus goles como por sus festejos.

Miguel comenzó su carrera en el Sportivo Pan Casero, equipo que pertenece a doña Prudencia Valdez. La idea de esta señora era lograr publicidad con el equipo de fútbol en lugar de promocionar su panadería en el pecho de algún otro equipo. El éxito de esta iniciativa fue inversamente proporcional al destino del equipo, formado por vecinos de la zona del tero y por algunos futbolistas mediocres. La llegada de Miguel fue una casualidad y un envión para lograr la mejor campaña en la historia del club, incluyendo el récord de venta de flautitas en un entretiempo.



Doña Prudencia había logrado pasar de una panadería a una confitería, tres panaderías y un minimercado. Miguel fue goleador de ese torneo y el equipo finalizó con la obtención del subcampeonato, lo que aseguraba un kilo de pan cada domingo para los integrantes del plantel.

El magnífico Efraín Sotelo nos cuenta, desde su columna habitual en Alarido deportivo, el suplemento que acompaña al Alarido matinal diariamente, qué fue de la vida de este gran goleador de nuestras tierras.

“La primera temporada de Miguel Santos Echenique, verdadero nómada de nuestro fútbol, resultó ser una de las mejores performances de un jugador dentro de un equipo sin aspiraciones. Sus veinticuatro goles lo hicieron goleador del certamen y el Sportivo Pan Casero finalizó en segundo lugar. En todos los goles estaba la marca inconfundible de doña Prudencia, ya que obligaba a sus jugadores a festejar los goles con alguna actuación que denotara la participación de la panadera o de la panadería. Así llegaron a realizar la compra de un kilo de milonguitas, una docena de facturas y hasta un cuarto de galleta marinera en medio de un partido, que pasó a la historia justamente por estos festejos.”

Cabe aclarar que Miguel Santos Echenique siempre efectuó un festejo diferente para cada gol. Nunca repitió y hasta alguna vez lo acusaron de plagio al festejar un gol haciendo un claro homenaje a Charles Chaplin y su famosa cuchara. Continuemos con la palabra de Sotelo:

“Tras su temporada inicial, el esplendor lo llevó a jugar al campeón, Atlético Achicoria, donde hacía falta un jugador con la capacidad de Echenique. Sus primeros partidos fueron de un nivel bajísimo y luego de seis fechas sin convertir lo relegaron al banco de suplentes. Esto no golpeó la moral sino que sirvió de motivación para Echenique, quien en su primer partido como suplente ingresó faltando quince minutos y anotó dos goles, uno con cada parietal. El diálogo con su entrenador muestra la confianza que había depositada en los goles del jugador:

-Lindos goles, Miguelito.
-¿Lindos...? Te habrán gustado porque dimos vuelta el partido, pero fueron de los más feos que convertí en mi vida. Ni en el campito cabeceaba tan mal.
-Tiene razón, fueron horribles. Si me apura, le digo que en el segundo el defensor la sacó sobre la línea, pero el partido ya esta terminado y ganamos dos a uno.
-¿Me venía a felicitar por los goles?
-No, quería decirte algo sobre el festejo. Yo sé que hasta hace poco jugabas para el Sportivo, pero no me vengas a festejar los goles simulando que untás una baguette con manteca y dulce de leche.
-Discúlpeme, no voy a festejar más así, fue la costumbre.”

Nuevamente motivado por las acciones del entrenador, Miguel decidió renovar su arsenal de festejos y dedicó mucho tiempo en acumular alternativas para cada rival. Vale como ejemplo que un gol convertido al Virtuoso Pampeano requería un festejo en el que simularía crear la “Teoría de la relatividad”.

“Santos comenzó a quedarse después de la finalización de los entrenamientos a practicar. Primero acomodaba la barrera de metal en la línea del área grande, después buscaba diez o doce pelotas que ubicaba frente a la barrera y luego comenzaba a patear tiros libres hasta que se habían ido todos sus compañeros. Cuando estaba completamente solo, sin nadie a la vista, ensayaba festejos de gol. Fue así que se lesionó intentando hacer la caminata lunar, cuando se le clavó un tapón en la tierra y la pierna le hizo palanca. Esa lesión lo dejó afuera por el resto de la temporada.”

Si bien habían disminuido considerablemente sus goles, todavía Miguel se preocupaba por las coreografías que podría implementar en cada nuevo gol. Pensaba agregar elementos de vestuario tales como máscaras, sombreros y antifaces. Hasta una pistola de agua si lo consideraba necesario.

“Miguel Echenique se marchó del Achicoria por dos motivos: por su bajo rendimiento y porque lo marcharon obligatoriamente. Nunca había encajado en los planes del nuevo entrenador y lo dejaron libre para que pudiera firmar con otro club, en muestra de agradecimiento. El interés por el goleador lo hizo recalar en el recién ascendido Ferrocarril Paniagua, club con modestas pretensiones que fichaba a un jugador de renombre y aumentaba su poderío ofensivo.

Quiso el destino que la primera fecha del torneo jugara Atlético Achicoria contra Ferrocarril Paniagua. Echenique lustró sus botines como siempre y completó una buena tarde: un gol y una asistencia para caer derrotados dignamente por tres a dos. Llamó la atención la reacción de Echenique al convertir el gol, pues agachó la cabeza, alejó a sus compañeros y regreso con paso tranquilo hacia la mitad de la cancha.

En la fecha siguiente tampoco festejó: el “Púa” Giovannini, en ese entonces defensor del Carpincho Unido, lo mandó directo al quirófano. Ese golpe le valió al “Púa” la inmediata transferencia al Sportivo Pan Casero, previo paso por la comisaría para declarar respecto a su acción dentro del campo.”

Echenique sentía que era un signo de mala suerte festejar el gol ante el ex equipo. Su actitud de respeto era cierta, pero mayor era el temor luego de recibir esa entrada violenta de Giovannini. Nunca gritaría un gol a un equipo por el que había pasado, evitando de esta manera malas jugadas del destino.

“El regreso de Echenique a un campo de juego no fue alentador. Si bien nunca se había destacado por su técnica ni por su juego estilizado, las lesiones le habían quitado la movilidad característica que le servía para burlar defensores y encontrar espacios para recibir el balón en soledad y ajusticiar al arquero. Ahora los defensores lo tenían como un mojón del cual servirse para establecer su defensa. Los equipos más temerosos le asignaban una marca personal, pero a los pocos minutos optaban por marcarlo en zona. Un entrenador con mucha malicia aseguraba que el Santo Echenique se marcaba sólo.”

El ambiente del fútbol colaboró, consciente o inconscientemente, por mención o por omisión, con el futuro pobre del goleador. Pronto se olvidaron de él los equipos con intenciones de pelear por el campeonato, los de segunda línea y hasta los que habitualmente luchaban por no descender. Tras mencionar a Miguel Santos Echenique solía escucharse un inapelable quién.

“Cambió de equipo como quien cambia de zapatos. En el mejor de los casos llegaba a completar la temporada, en la mayoría era dejado en libertad a mitad de la misma. Convertía algunos goles, que no gritaba, pues había jugado en tantos clubes que todos eran su ex club y no gritaba el gol por respeto. De todas formas no había mucho para festejar, sus nuevos compañeros solían ser jugadores muy pobres que no conseguían una victoria ni por casualidad. El futuro de Echenique le deparaba un oscuro final como futbolista cuando apareció la oferta de los Chacareros.”

Los Chacareros de Terracota siempre fueron un equipo que pretendió mucho más de lo que obtuvo. Sus ideales elevados le jugaban en contra, por nuestras tierras no hay tantos jugadores de buena calidad y las canchas tienen pozos de un metro de profundidad. El fútbol como espectáculo resultaba imposible de practicar y la gloria de los campeonatos siempre le escapaba a este equipo. La firma de Echenique tenía como propósito reforzar el ataque, pero fundamentalmente demostrar que los Chacareros podrían llevar de nuevo a los primeros planos al Santo Echenique y reiniciar su gloriosa carrera deportiva.

“El último partido de Miguel Santos Echenique fue defendiendo la camiseta de los Chacareros de Terracota, enfrentando al Sportivo Pan Casero como visitantes. Echenique llegaba al encuentro con cuatro goles convertidos en diecinueve partidos y salía como titular por la lesión del resto de los delanteros del plantel. El equipo chacarero se había dado por vencido con la experiencia de Miguel y lo liberarían al finalizar el torneo, en el que navegaban por la mitad de la tabla. Sportivo Pan Casero estaba dos puntos atrás de Chacareros en la última fecha del campeonato. No había nada importante en juego, salvo el dudoso honor de una novena o décima posición.

El primer tiempo de Echenique fue malo. Algunos aseguran que fue debido a la presencia del “Púa” Giovannini en la defensa panadera, otros más intrépidos se aventuran a decir que la carrera de Echenique ya estaba perdida y que no podía jugar mejor que eso.

Durante el entretiempo se largó una tormenta muy fuerte y el cielo se tornó negro. En el vestuario Echenique estaba apartado, acaso decidiendo dar por finalizada su aventura futbolística. El entrenador se acercó y palmeándole la espalda le dijo:

-Son tus últimos cuarenta y cinco minutos, aprovéchalos.

Si el primer tiempo había sido aburrido, el segundo era peor. La pelota viajaba de un lugar a otro sin sentido, los pelotazos iban muy altos y caían en el barro, ensuciando a los hinchas que estaban contra el alambrado. El empate favorecía a los Chacareros, quienes no favorecían al fútbol con sus despejes violentos y su marca férrea. Faltando diez minutos el Sportivo sacó un defensor y mandó a la cancha a otro delantero.

El tiempo corría y no cambiaba nada, hasta que un despeje chacarero le quedó en los pies a Echenique. Miguel esquivó a su defensor aprovechando un pozo lleno de agua donde el defensa casi se ahoga, tiró la pelota larga y corrió como en sus mejores épocas, las que había jugado para el Sportivo. Un defensor llegó a cerrarlo pero Echenique se frenó, pelota al pie, como si la cancha estuviera seca. Al defensor todavía lo están despegando del alambrado. Miguel encaró al arquero y lo engaño tocando la pelota por un costado y yendo a buscarla por el otro, dejándolo fuera de combate. Un remate corto le bastó para sacudir las gotitas que estaban en la red, anotando el único gol del partido.

Echenique salió corriendo como un potro desbocado, con la furia acumulada de tantos partidos, de tantos equipos, de tantas lesiones, de tanto sufrimiento, de tanta decepción. Corrió de un arco a otro, de un área a la otra. Corrió y se fue por una puertita que conocía por haber jugado otras veces en esa cancha. Salió corriendo por esa puerta y siguió corriendo, sin gritar el gol pero con una enorme felicidad.”

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